SEVILLA ( y su color diferente)
Definitivamente, “Sevilla tiene un color especial”. Y es que a pesar del calor, las caminatas y el cansancio no podíamos dejar de fotografiar ninguna parte de la ciudad. Sus olores, colores y la gente construían un cuadro perfecto que engancha.
Nuestro avión despegó hacia Sevilla bien temprano para que pudiéramos aprovechar el día, y así lo hicimos. Dejamos las maletas en nuestro hostal, que me atrevo a decir que era el más bonito de toda Andalucía. La Central: Residencia de estudiantes durante el curso y acogedor alojamiento durante el verano.
Una vez liberadas de las maletas nos esperaba un buen desayuno en la Plaza Gabilda. La bollería es casi inexistente en Sevilla, así que descubrimos las tostadas de paté y de tomate con aceite y en eso se basaron nuestros desayunos andaluces.
Cerca nos topamos con la Calle Conde de Barajas donde
visitamos la casa de poeta que escribió sobre el retorno de las golondrinas.
Siempre he pensado que, cuando viajas, debes dejarte algo
para visitar, de ese modo seguro que vuelves algún día. En este viaje el Museo
de Bellas Artes fue nuestra elección.
Directas a la Torre del Oro pasamos por La Maestranza, que
más que por una plaza de toros, llama la atención por su colorido y el olor a
jazmín que desprende.
Una vez en la Torre del Oro visitamos el Museo Marítimo que
alberga y tomamos algunas fotos desde las alturas.
El calor no nos permitió continuar nuestra visita, así que
nos dirigimos al barrio de Triana, donde comimos muy buen “pescaíto” y
visitamos sus coloridas calles.
Después de descansar un rato en el hostal nos dirigimos,
pasando por el parque de María Luisa y los Jardines de San Telmo, a uno de los lugares que más nos habían
recomendado: la Plaza España. Allí vimos atardecer y nos refrescamos en la
fuente central.
Para cenar encontramos un pequeño restaurante cerca de la
Catedral y cenamos como reinas algunas de las buenísimas tapas. Finalmente,
nuestro día terminó con un paseo bajo la luna reflejada en el Guadalquivir.
Nuestro segundo día en Sevilla no fue más tranquilo que el
primero. Empezamos desayunando en el hotel y paseamos hasta la Plaza Nueva, el Ayuntamiento y el Archivo de Indias desde
donde ya veíamos la Giralda. Más tarde conocimos a uno de los simpatiquísmos
guías que se prestan para hacerte una visita por la Catedral y la Giralda por
tal solo 5 euros, de modo que cedimos y en nada ya estábamos dentro del Patio
de los Naranjos de la catedral católica más grande del mundo.
Restos de Cristobal Colón |
Al salir, fuimos directas a uno de los palacios más antiguos
del mundo: El Real Alcázar de Sevilla, que nos dejó tan boquiabiertas como la
Alhambra, que ya visitamos el verano pasado.
Para reponer fuerzas, comimos en el precioso barrio de Santa
Cruz y volvimos a La Central a darnos una ducha. Una vez habíamos descansado,
tomamos un refresco en la Alameda de Hércules y nos adentramos por las calles
hasta llegar al Palacio de Dueñas, lugar donde nació Antonio Machado y actual
residencia del ducado de Alba.
A pocos pasos de allí se encontraba la Plaza de la
Encarnación y subimos a sus conocidas “setas” desde donde pudimos observar toda
la ciudad con una copa de vino blanco en la mano mientras el sol se ponía al
son de “quelqu'un m'a dit" de Carla Bruni.
Nuestra última mañana en Sevilla fuimos caminando hasta la estación de autobuses para ir dirección a Conil de la Frontera. En el paseo fuimos dejando atrás la Catedral, la Giralda... y nos topamos con la antigua Fábrica de Tabacos, la actual Universidad de Sevilla.
Comentarios
Un besito, bonita!!